LEYES DEL 25, CONVENCION PRELIMINAR DE PAZ Y CONSTITUCION 1830
LA
INDEPENDENCIA COMO PROBLEMA
1825 y las leyes de 1825
En
agosto de 1816, los portugueses habían invadido la Provincia Oriental con la
intención de destruir a Artigas y a su revolución. Vencido el caudillo y sus
seguidores por la superioridad numérica y material de los portugueses
comandador por Carlos Federico Licor, Montevideo fue ocupada el 20 de enero de
1817, aunque la lucha continuó por tres largos años en el medio rural.
Indignado
ante la pasividad de Buenos Aires, Artigas le declaró la guerra al tiempo que
enfrentó a los portugueses con ejércitos que se vieron diezmados por sucesivas
derrotas. No obstante, sus subordinados como integrantes de la Liga Federal,
Francisco Ramírez, gobernador de Entre Ríos, y Estanislao López, gobernador de
Santa Fe, consiguieron llevar una campaña victoriosa contra los centralistas
bonaerenses que pareció implicar el triunfo del federalismo. Pero la esperanza
duró poco porque ambos caudillos entraron en acuerdos con Buenos Aires que
desnaturalizaban la prédica artiguista, se rebelaron contra él t lo dejaron
solo para ser aplastado por los lusitanos.
Ya
sin recursos y sin hombres aptos para la lucha, que fue casi de exterminio,
Artigas se retiró al Paraguay en setiembre de 1820 y desapareció de la vida
política de la región.
Dueño
Lecor de la situación militar de la Provincia Oriental, convocó a un Congreso
en Montevideo en julio de 1821. Este Congreso digitado votó la incorporación de
la provincia a Portugal con el nombre de Cisplatina. La ocupación dio lugar así
a la formal incorporación del territorio Oriental al Brasil. Cabe destacar que
el Congreso estuvo integrado por aquellos orientales, principalmente
montevideanos, que promovían la incorporación como una forma de solución
política ya que “los orientales no podrían sobrevivir por sí solos”. Pero
también es de destacar que los hombres que figuraron entre quienes apoyaron las
mociones de incorporación se encontraban aquellos personajes que buscaron y
lograron con éxito acomodarse al lado de Lecor, en un régimen de favores y
privilegios. Para éstos, la incorporación a Portugal no era solo necesidad,
sino un beneficio material y social.
Proclamada
la independencia de Brasil en 1822, la guarnición portuguesa de Montevideo
entregó la ciudad a los brasileños comandados por el mismo Lecor, en febrero de
1824.
La
resistencia a la anexión al Brasil estalló pronto entre los orientales: el
Cabildo de Montevideo y la asociación secreta de patriotas “Los Caballeros
Orientales”, protagonizaron en 1823 una revolución que fracasó por la falta de
apoyos suficientes. Muchos debieron exiliarse en Buenos Aires, desde donde
prosiguieron los trabajos revolucionarios.
Estos
lograron concretarse en 1825: el cuerpo expedicionario de los Treinta y Tres
Orientales, comandado por Juan Antonio Lavalleja, desembarcó en el territorio
oriental el 19 de abril de 1825.
recogiendo otra vez la adhesión de gauchos y caudillos, toda la campaña los
apoyó y se pudo constituir un Gobierno Provisional en Florida el 14 de junio.
Este
gobierno designó a Lavalleja como jefe militar y convocó a elecciones para una
Asamblea que el 25 de agosto de 1825 proclamó tres leyes
1
Ley de Independencia
|
“1° Declara
írritos, nulos, disueltos y de ningún valor para siempre todos los actos de
incorporación, reconocimientos, aclamaciones y juramentos arrancados a los
pueblos de la Provincia Oriental por la violencia de la fuerza, unida a la
perfidia de los intrusos poderes de Portugal y el Brasil, que la han
tiranizado, hollado y usurpado sus inalienables derechos y sujetándolas al
yugo de un absoluto despotismo desde el año de mil ochocientos diez y siete, hasta el presente de mil
ochocientos veinticinco.(...). 2° En consecuencia de la antecedente
declaración, reasumiendo la Provincia Oriental la plenitud de los derechos,
libertades y prerrogativas inherentes a los demás pueblos de la tierra, se
declara de hecho y de derecho libre e independiente del Rey de Portugal, del
Emperador del Brasil, y de cualquier otro del universo y con amplio y pleno
poder para darse las formas que en uso y ejercicio de su soberanía estime
convenientes.”
|
2
Ley de Unión
|
“Queda la Provincia
Oriental del Río de la plata unida a las demás de este nombre en el
territorio de Sud América, por ser la libre y espontánea voluntad de los
Pueblos que la componen, manifestada con testimonios irrefragables y
esfuerzos heroicos desde el primer periodo de la regeneración política de
dichas Provincias.”
|
3
Ley de Pabellón
|
“(...) Siendo una consecuencia necesaria del
rango de independencia y libertad que ha recobrado de hecho y de derecho la
Provincia Oriental, fijar el pabellón que debe señalar su ejército y flamear
en los pueblos de su territorio, se declara por tal el que tiene admitido,
compuesto por tres fajas horizontales, celeste, blanco y punzó, por ahora y
hasta tanto que incorporados los Diputados de esta Provincia a la soberanía
nacional, se enarbole el reconocido por el de las Provincias Unidas del Río de la Plata, a que
pertenece.”
|
La existencia de estas leyes originaron en los
historiadores un gran debate que intentó responder a la pregunta ¿qué querían
los orientales en 1825?, ¿querían ser independientes como expresa la primer
ley? ¿O querían ser parte de la Argentina como asevera la segunda ley?
Para responder a esto por mucho tiempo se opusieron básicamente dos posiciones historiográficas:
a) la postura
nacionalista o independentista clásica, cuyo rasgo más distintivo sería reivindicar
el surgimiento del Uruguay como un Estado Soberano que por su propia voluntad
ya madura en 1825, quería ser un Estado Independiente porque se concebía como
una Nación diferente y propia al resto. Veamos a dos de sus exponentes:
Pablo Blanco Acevedo:
“Es (...) el 25 de agosto de 1825 una expresión
inequívoca de la voluntad popular, pronunciada por sus legítimos
representantes, de construir una nacionalidad única frente a los designios de
las autoridades y los gobiernos vecinos, deseosos de imponer tutela o jurisdicción sobre su territorio,
considerando parte integrante del antiguo Virreinato del Río de la Plata”
(“Informe sobre el Centenario de la Independencia” en “Cuadernos de Marcha”, 1ª
época, N0 18, p. 5, 1968)
“Se ha querido
negar por algunos la importancia trascendental de la declaratoria de la
independencia del 25 de agosto de 1825, alegando que este acto solemne de la
Asamblea de la Florida, fue seguido de otro por el cual se proclamaba la
incorporación del estado oriental a las PPUU del Río de la Plata. Nada más
falto de verdad que una afirmación semejante. Las PPUU del Río de la Plata en
la época que nos referimos, no formaban una país constituido pues, lo que se
llamó con el transcurso de los años República Argentina, era en aquel momento
un conjunto de provincias y de territorios disgregados, en los cuales imperaban
gobiernos locales, sin mayores vínculos de unión recíproca. Por tanto, las
(...) resoluciones de la Asamblea de la Florida del 25 de agosto de 1825 deben
interpretarse, la primera como la declaratoria absoluta de la independencia ”
(“Historia de República Oriental del Uruguay”, Montevideo 1958, p.148-149)
Juan E. Pivel Devoto:
“La
nacionalidad uruguaya está prefigurada desde los orígenes de nuestra formación
social (...) La Cruzada de 1825 reanudó la lucha por la independencia (...) Los
vínculos con las PP.UU. ya no existían. Razones circunstanciales de orden
político, militar y económico pudieron impulsar a los dirigentes de 1825 a
proclamar la unidad”
(“Prólogo” a una selección de textos de Francisco
Bauzá y otros, Colección Clásicos Uruguayos, vol. 145, 1975).
b) la postura
unionista o disidente, que destacaría el deseo federal de los orientales de formar parte de
una “patria grande”, integrándose con el resto de las provincias en un gran
Estado.
Eduardo Acevedo:
“Precisamente ahí, en las condiciones de incorporación, está la diferencia
capital entre lo que quería el Jefe de los Orientales y lo que decretaba la
Asamblea de la Florida. Artigas, entendía, y con razón, que la unión
incondicional era el sometimiento de los pueblos a la oligarquía que desde
Buenos Aires regía los destinos del país entero. Y una de esas protestas de
mayor resonancia había tenido lugar en circunstancias infinitamente más
apuradas y críticas que aquellas que actuaban los Treinta y Tres y la Asamblea
de la Florida (...) Tal es la variante histórica de los Treinta y Tres: la
reincorporación sin condiciones”. (“Anales Históricos del Uruguay”, Tomo I,
Montevideo, 1933, p.294-295)
Eugenio Petit Muñoz: “Hemos
de comenzar adelantando que es nuestra firme convicción la que la conciencia
patriótica de la Cruzada de los Treinta y Tres, que nos ha de servir para
interpretar las Actas del 25 de Agosto, es todavía la del patriotismo
rioplatense, con una fuerte dominante local encarnada en el espíritu oriental,
pero no todavía una verdadera conciencia nacional uruguaya” (“Significado y alcance del 25 de agosto” en
“Cuadernos de Marcha”. 1ª época, N° 19, 1968, p31.)
Vivián Trías: “La historia
oficial y la historia propagandeada para uso escolar y de la opinión pública,
señala el 25 de agosto de 1825 como la fecha de la independencia nacional. Sin
embargo basta una simple lectura de las memorables resoluciones por la Asamblea
de la Florida para saber que la misma constituye una afirmación - en rigor, un retorno, una reconquista – de
la concepción federal de Artigas (...) La orientalidad retornaba al artiguismo;
o dicho de otra forma, se reencontraba con su esencia. En efecto, la Cruzada de
los 33 – cualquiera que fueran los propósitos de sus financiadores porteños –
se forja al calor de las ideas y la viva presencia de Artigas
Difícilmente
podamos saber qué querían los orientales en 1825. lo que es seguro, como
expresa José Pedro Barrán, es que resulta imposible homogeneizar una sociedad y
afirmar o que todos son “unionistas” o que todos son “independentistas”. Lo
lógico sería pensar que habría un poco de todo.
En
vísperas del desembarco, en abril de 1825, de los Treinta y Tres, el cónsul
británico en Montevideo envió a Lord Canning, su ministro, un informe sobre la
situación en la Banda Oriental ocupada por los brasileños. Allí distinguió
varios posturas:
“realistas, viejos españoles quienes disminuyen diariamente y,
abrigan fuertes prejuicios raciales contra los brasileños, sin embargo admiten
que la tranquilidad, moderación y seguridad que ellos disfrutan los decide a preferirlos;
los imperialistas,
compuestos de los antiguos colonos portugueses, nuevos inmigrantes del Brasil,
oficiales y soldados, comerciantes brasileños, ganaderos y propietarios de
tierras. Entre estos últimos hay criollos y viejos españoles con las más grande
propiedades de este país.” Este sector
apoyaba el dominio brasileño no por sentimiento, sino por creer “posible el
aumento de sus recursos solamente preservando el gobierno imperial, que el
único que promete paz y tranquilidad a la provincia”.
Por
último, el cónsul británico definió a “los patriotas”. Estos comprendían todas las clases bajas de
los criollos /que/ consideraban a la ocupación brasileña “como una
usurpación”, se veían a ellos mismos como un pueblo sojuzgado”,
alegaban “que los brasileños han sido invitados por los realistas y los
bonaerenses en el periodo en que éstos se dieron cuenta que la influencia
patriótica escapaba a su control”, es decir bajo el artiguismo. Pero los patriotas, “aunque están unidos en
la oposición a Brasil”, estaban separados en otros puntos. “La mayoría” eran partidarios de Artigas y
sus oficiales.
Para
beneplácito del británico había otro
grupo, /los
unionistas/, “la mejor clase,
habitantes de las ciudades” quienes “han abandonado la idea de
constituirse en estado independiente y soberano” y se inclinan “a unirse
a la federación de Buenos Aires”. ¿Qué razones les había llevado a esta
posición política? (...) Consistía en un miedo, en un temor a convivir con las
mayoritarias “clases bajas” a las
que el artiguismo diera alas y enseñara “la división de posiciones y
propiedades”. (...) Es este contexto social de lo político, casi siempre
olvidado por las corrientes historiográficas que se han ocupado de la
problemática de 1825. (…/…)
Los
protagonistas de la Revolución de 1825, /los Treinta y Tres orientales/, no hicieron, en las proclamas que explicaban
al pueblo oriental sus objetivos, referencia alguna al artiguismo. (...)
¿Cuáles eran las razones de este rechazo a la única tradición revolucionaria
que podía haberse invocado?.(…) /Seguramente,/ la violación del derecho de
propiedad de la tierra y la guerra continua que el artiguismo protagonizó,
desilusionaron primero y tornaron en enemigas de la Revolución después, a las
clases altas y aún a ciertos sectores de las medias. La definición del periodo
artiguista como “el Teatro de la Anarquía”, hecha (…) en el Congreso Cisplatino
de 1821, hizo escuela y se volvió una rutina mental para todos los dirigentes
de la sociedad oriental, desde los caudillos que encabezaron el levantamiento
de 1825, ex lugartenientes del líder de 1811, hasta los “hombres
principales” de Montevideo que lo habían
apoyado, aún en esa época con reservas, y que en 1825 y 1826 integraban la Sala
de Representantes de la liberada Provincia Oriental.” (Barrán,
JP, en “La independencia y el miedo a la revolución social de 1825” artículo
publicado en Semanario “Brecha”, 11 de octubre de 1985).
La Convención Preliminar de Paz
Frente a las victorias orientales sobre los
brasileños e Rincón y Sarandí, el Congreso Constituyente de la Argentina
decidió aceptar la incorporación de la Provincia Oriental, hecho que provocó la
declaración de guerra de Barsil a las Provincias Unidas el 10 de setiembre.
Tras el triunfo de las fuerzas provinciales en Ituzaingó el 20 de
febrero de 1827, se abrieron paso las tratativas de paz, con la mediación de
Inglaterra, que se sentía perjudicada en sus intereses por la guerra en el Río
de la Plata y el bloqueo brasileño al puerto de Buenos Aires.
Lord Ponsomby fue el enviado de Londres y
propuso como solución la independencia total de la Provincia (medio de
restablecer la paz en el plata, que consolidaría el comercio inglés, y forma de
impedir que fueran dos grandes Estado –Brasil y Argentina- los que dominaran en
exclusividad el estuario del río.
Muchos historiadores han sostenido la idea de
que fue precisamente Inglaterra la creadora del Estado Oriental como un “estado
tapón” (un estado equilibriador ubicado estratégicamente entre los dos “gigantes”
del Río de la Plata: Brasil y Argentina).
El historiador Vivian Trías afirmó que (...) la concertación de la Convención
Preliminar de Paz de 1828, que dio nacimiento a nuestra república, (…), /fue/
el fruto de distintos factores. Entre ellos cuentan el deseo ferviente de los
orientales por emprender la paz, la reconstrucción de su comunidad, su hastío
por las alternativas interminables de la política bonaerense, una mayor
consolidación de la orientalidad como consecuencia de la larga lucha por la independencia,
etc. Pero ninguno de ellos puede oscurecer el hecho decisivo de que Inglaterra
aplicó en el Río de la Plata su vieja y probada política de poderes, asentada
en la pieza maestra de un estado tapón o cojín”. (“Las montoneras y el Imperio Británico”, 1961, p 53 y ss.).
Sin embargo, según la historiadora Ana Frega,
no existe documentación alguno que respalde este supuesto “estado tapón” ya que
en ningún momento el gobierno británico especifica que la misión de Ponsomby
era crear un nuevo Estado; su finalidad
era conseguir la Paz; el interés
inglés primario era el comercial.
No obstante, dado que las negociaciones no
surtían efecto ya que ninguno de los dos, ni Argentina ni el Brasil, quería
dejar en manos del otro al territorio oriental, surgió la posibilidad de que
éste quedase constituido como un Estado, libre e independiente. esta solución
fue la que adoptó en la Convención Preliminar de Paz, firmada en
Río de Janeiro el 27 de agosto de 1828, por los representantes argentinos y
brasileños, en presencia del enviado inglés.
En este tratado preliminar de paz que pone fin a la
guerra entre Brasil y Argentina se resuelve crear un nuevo Estado
Independiente, el cual deberá crear su propia Constitución, siendo ésta
supervisada y confirmada por los respectivos gobierno argentino y brasilero.
Estos también sostienen que ante cualquier peligro de inestabilidad política,
se reservan el derecho de intervención militar para restaurar la paz en el
naciente Estado uruguayo.
Por lo tanto, puede resumirse que la Independencia
establecida en 1828 por este tratado fue:
·
una independencia OTORGADA. Fue una concesión que Argentina y
Brasil otorgaron a los orientales. No una expresión de la voluntad de estos
últimos, quienes ni siquiera participaron en las negociaciones de paz en Río de
Janeiro.
·
Una independencia TUTELADA. El derecho de intervención implicaba
una “independencia relativa” ya que tanto el Brasil como la Argentina retenían
poder, y por lo tanto soberanía, sobre el territorio oriental, pudiendo
penetrar militarmente cuando ellos consideraran que el Estado que habían creado
estaba en peligro. Igual tutela significaba someter la Constitución elaborada a
su aprobación.
Por último destacar al ARTÍCULO ADICIONAL,
por el cual se consagra la libre navegación del Río Uruguay y sus afluentes por
el término de 15 años.
Aquí se refleja el interés británico ya expuesto en
varias oportunidades por Ponsomby en cartas al gobierno inglés:
“(...) los
intereses y la seguridad del comercio británico serían grandemente aumentados
por la existencia de un Estado (...) en que los intereses públicos y privados
de los gobernantes (...) tuvieron como el primero de los objetivos nacionales e
individuales cultivar una amistad firme con Inglaterra (...) La Banda Oriental
contiene la llave del Plata y de Sud América (debemos) perpetuar una división
geográfica de Estados que beneficiaría a Inglaterra (...) Por largo tiempo, los
orientales no tendrán marina, y no podrán, por lo tanto, aunque quisieran,
impedir el comercio libre en el Plata” (de Lord
Ponsomby a Lord Dudley, en correspondencia del 18 de enero de 1828.)
Nuevamente la solución que dio vida al Uruguay como
un Estado, implicó retomar el viejo debate sobre ¿qué querían los orientales?
¿Había sido su deseo formar un nuevo Estado?
Reflexiones como éstas expresan
la postura que alega que en el proceso histórico del Uruguay, el Estado nació
antes que la Nación. Y eso implicó ya de por sí un gran inestabilidad, ya que
el Estado naciente era débil en recursos humanos y materiales así como también
en autoridad y poder de mando. Esto implicó que el Uruguay se viera envuelto en
los conflictos de otros Estados que también estaban luchando por consolidarse
como tales. De ahí que en la historia política rioplatense de la primera mitad
del siglo XIX los límites y nacionalismos que hoy san tan relativamente claros
no estuvieran tan bien definidos.
La Constitución de 1830
Durante mucho tiempo, nuestro
país festejó la fecha de independencia el 18 de julio , fecha en que se
promulgó la Primera Constitución de la República, la cual dio inicio jurídico a
la vida del país independiente.
Para analizar los rasgos
propuestos en la misma ver el ESQUEMA del Repartido “La constitución de 1830”.
En este apartado transcribimos el análisis crítico que realiza Benjamín Nahum
sobre la misma:
“En general, los constituyentes
actuaron de acuerdo con ideas liberales que no eran las de mayor arraigo en ese
momento en Europa ni América. En ambos continente había una reacción contraria
al liberalismo, que se veía como preámbulo de anarquía y desorden. La
afirmación de derechos personales, la distribución de poderes, las garantías
para su funcionamiento, fueron rasgos positivos de esta Constitución, que la
hicieron perdurable.
Fue vista por el país como una
garantía de vida civilizada, como un símbolo de orden al que todos se remitían
o decían aspirar, incluso quienes la violaban con la recurrencia a las
revoluciones y motines. Estuvo por encima de los caudillos y luego de los
partidos, y todos fueron conscientes de que muchos males de la República
derivaban del /no respeto que se tenía por la misma/ (…)
Es un país anarquizado por las
guerras de la independencia y sin una sólida organización interna, quiso
asentar la estabilidad al hacer muy difícil su reforma y crear un Ejecutivo
fuerte y centralizado que pudiera darle rumbos coherentes a la Nación.
Pero no previó la
coparticipación de los partidos políticos en el poder, lo que obligó a las
minorías a recurrir a la Revolución. Desnaturalizó a la Asamblea General al
convertirla en electora del Presidente.
Privó del derecho a votos a la
mayoría de la población: peones jornaleros, analfabetos, debilitando los
derechos de la población rural y alejándolos de la vida política del país.
Excluyó a los militares del
Parlamento, apartándolos de una escuela de civismo y confinándolos a la
conspiración o a la revuelta para llegar al poder”.
Características a destacar:
v Sufragio
restringido (la mayoría de la población no vota, NO ES CUIDADANO).
v El pdte electo por
la Asamblea General (Legislativo)
v El pdte elige a
los JEFES POLÍTICOS departamentales quienes controlan las elecciones. No existe
coparticipación política del poder. El jefe político se encarga de realizar
FRAUDE electoral para que en su departamento gane el partido del presidente.
v Liberalismo.
Doctores. Nada dice sobre reunión, asociación, libertad cultos, suprimió
cabildo,...
¿SE APLICARÍA LA CONSTITUCIÓN?.
Hoy tiene mucho peso, pero ¿qué significaba la constitución para los habitantes
de la banda oriental? Muchos historiadores hablaron de un “divorcio” entre la
realidad del país, inexperto como Estado y caudillista como producto de las
guerras de independencia, que dificultó que la Constitución tuviera un
cumplimiento irrestricto en el territorio nacional. Como expresó el sociólogo
Zum Felde "Los constituyentes uruguayos de 1830 prescinden (...) de toda
la realidad del país, para imponer una constitución abstracta" (Zum Felde,
Proceso Histórico del Uruguay, 1963, p.120); abstracta porque no toma en cuenta
cómo era el Uruguay de aquel tiempo e intentan convertirlo al molde del
liberalismo europeo que en aquel tiempo reinaba en el Viejo continente.
No para todas esta “no
adaptación” era negativa. J. Andrés Ramírez afirma: "al salir de la Edad de Hierro de
nuestra historia, los patricios de 1830 tenían dos caminos a escoger: (...)
legalizar la fuerza, dar legitimidad a la violencia, o confeccionar moldes de
un gobierno regular..." (Colecc, Clásicos Uruguayos, vol 118, p. 75, 1967, Mdeo). Como expresa Pivel
Devoto "la Constitución de 1830 podrá no haber reflejado enteramente
nuestra realidad, pero sin duda revisitó para los orientales los caracteres de
un símbolo (...) convirtieron aquella carta en algo sagrado a los ojos del
pueblo".
Cierto es que no sabemos hasta
donde existía realmente un país legal y un país real, ya que a pesar del
liberalismo presente en la Constitución, la misma también incorpora al Caudillo
en la figura del jefe Político. Lo que no cabe dudas es que habilitando el
fraude electoral, dadas las condiciones del Poder Legislativo como elector del
Presidente, la Constitución a habilitó la permanencia de un mismo partido
político en el poder. Así, la oposición al gobierno solo podría tomar las armas
para poder llegar al poder. Y así lo intentó durante el siglo XIX.
¿Cuál es la Realidad del Nuevo Estado?
a) Poder y
personalismo. Difícil camino para la consolidación del Estado.
Bajo la perspectiva del proceso
de construcción estadual, la situación tras la independencia no resultó
apropiada para la inmediata consolidación de gobiernos constitucionales. La
sociedad civil no se encontraba preparada ni para la integración política a
nivel nacional ni para la participación
en la misma. La ausencia de consenso y de tradición política colocaron a las
constituciones liberales bajo una constante tensión, proyectándolas como
factores de inestabilidad para el nuevo orden.
Ante
esta ausencia o vacío del Poder del Estado y de la Ley, la hacienda mantuvo su
dominio ejercido sobre la vida política
y social, convirtiéndose en “modelo de gobierno”. Esta transformación se gestó
a través de las relaciones personales de obediencia y clientelismo, de las
cuales el caudillo protagonizó el papel central de un extenso grupo que
conformó la poderosa red política de la época
En un marco de la inestabilidad
político-formal, el caudillismo prolongó su existencia durante los conflictos
de posguerra, “o bien porque los triunfantes republicanos estaban en desacuerdo
entre ellos /o/ con sus vecinos, o bien porque los sectores poderosos de intereses
/compitieron/ por el control del nuevo ejecutivo. De este modo, surgieron bases
locales de poder y los caudillos aprovecharon para ocupar el vacío político y
establecer un nuevo orden social”[1].
Este último, descansó
fundamentalmente en la existencia de relaciones patrón-cliente y en el
establecimiento de lazos de fidelidad y lealtades personales, obtenidas a
cambio de protección y de determinadas beneficios. Por un lado, el
terrateniente quiso servicios y lealtad, tanto en la paz como en la guerra; por
otro, el peón buscó la subsistencia y la seguridad. De esta forma, el primero
reclutó un séquito personal conformado por los segundos, núcleos humanos imprescindibles en las dinámicas de la
hacienda y de la guerra revolucionaria. Atrapados en una relación de
dominación-dependencia, los sectores menos privilegiados “se vieron envueltos
en /las/ luchas políticas /que tiñeron el país/, ya fuese como productores o
actores directos en los combates, a menudo en contra de sus voluntades”[2].
Dentro de este marco, según
Lynch, “el personalismo /reemplazó/ a la ley y a las instituciones, la
violencia se /transformó/ en forma aceptada de dirimir los conflictos políticos
y la estructura social se /mantuvo/ sin cambios, protegida por el caudillo
(...) La naturaleza del caudillismo (...) se /expresó como un forma/ de
clientelismo, propio de la postindependencia latinoamericana”[3].
Así, las relaciones personales
tiñeron con sus redes sociales el carácter político del caudillismo determinado
por el personalismo, la informalidad, las alianzas locales y la manipulación
popular.
No
obstante, cuando el poder personal y el patronazgo no resultaron medios
efectivos de imposición, la violencia y el terror operaron como recursos
alternativos. A través de sus tierras y de su clientela cautiva, solo el
terrateniente poseyó las condiciones económicas
y humanas para hacerse del monopolio de la violencia física, y organizar
bandas armadas para lograr sus objetivos.
Dentro de esta composición de
“bandos”, el personalismo se vinculó de forma más pragmática y personal que
política. El componente ideológico operó en función del marco de intereses individuales y de las formas legítimas de
poder que estos últimos evocaron. Por tal motivo, trascendiendo las posturas
"blancas" o "coloradas" de pertenencia política, en última
instancia primó el interés de clase o
local, capaz de afectar la red de
relaciones personales que compusieron un complejo entramado social.). De
esta forma, “cada uno luchaba por lo suyo y el interés por una nación más grande,
/o una ideología universal/, resultaba ser una “abstracción incomprensible”[4].
b)
La cultura Bárbara
“(...) La ‘barbarie’ la
sensibilidad de los excesos, en el juego y en el ocio, en la sexualidad, en la
violencia, en la exhibición irrespetuosa de la muerte (...) la identificación
de la ‘barbarie’ con una sociedad que
practicó la violencia física y la justificó como el gran modo de dominio del
Estado sobre sus súbditos y el de los
amos (padres- maestros- patrones) sobre sus subordinados (hijos-niños
–sirvientes); que jugó y rió casi tanto como trabajó (...) hombre y mujeres que
vivieron su sexualidad plenamente (...) en medio de un catolicismo permisivo
(...) /donde / se exhibió macabramente la muerte (...)
Un paisaje que alentaba el
ejercicio de todos los sentidos y los alternaba , con una demografía de los
excesos en la natalidad, la mortalidad y la tasa de la masculinidad; una
economía y una sociedad que promovía la libertad física y el ocio; la
ganadería y la vida política entroncada
con la violencia física elemental: he ahí el entorno de la sensibilidad
“bárbara” (...)” Extraído de Barrán J.P. “Historia de la sensibilidad del
Uruguay”, Tomo I , pp. 14-15.
Economía ganadera, libertad
física y violencia
“(...) la
abundancia de carne, el principal alimento, su baratura en la capital, su casi
ningún valor de cambio en el medio rural, facilitaban la vida de los sectores
populares, no los forzaba como en otras partes del mundo a (...) trabajar para
comer (...) De tales características de la economía y la sociedad la pereza, la
holgazanería y también la insubordinación
de las clases populares al decir de las clases dominantes (...) Libertad
física, independencia, altivez y desenfreno de los sin propiedad, generaban una
estructura social con diferencias más bien tenues (...) / a los ojos/ de
aquellos que llegaban de Europa (...)
donde los hombre se diferenciaban por su nacimiento, por su fortuna, el acento
con que hablaban, el traje que vestían, el tipo de alimento que consumían, la
educación que poseían, las maneras y los hábitos.
En el Uruguay
/ de la época referida/ esos elementos uniformizaban, no distinguían. (.../...)
Era una
economía cuya producción se basaba en la matanza del ganado vacuno y cuyo
sencillo instrumental consistía en el cuchillo, el lazo, las boleadoras,
desjarretador y (....) el caballo
/instrumentos que también pueden funcionar como armas/.
Esta economía al decir de las
clases dominantes preparaba a su mano de obra para la guerra y los crímenes de
sangre. /Los contemporáneos señalaban/ ‘ acostumbrada la vista y las manos de aquellos hombres a ver correr
la sangre, a lidiar con las fieras y a vivir entre ellas , se les endurece el
corazón (...) juzgan de la vida de sus semejantes poco menos que la vida de un
novillo’ ‘desde su más tierna infancia se ejercitan en el manejo del caballo
(...) y su hábito de derramar sangre de los animales lo lleva a derramar
también la de sus semejantes casi con indiferencia y con sangre fría’ ‘el
asesino de la campaña ,acostumbrado a ver correr sangre desde que nace , clava
un puñal en el pecho de un hombre con la misma indiferencia que tendría para
carnear a un animal’ (...)” Extraído de Barrán J.P. “Historia de la
sensibilidad del Uruguay”, Tomo I , pp.31-39.
La Guerra como estado normal en
la República
“ (...) / La República / ‘un
anfiteatro de sangre’, una sociedad que practicaba el
degüello de sus enemigos políticos. La
guerra civil daba al gaucho la conciencia de su importancia física (...) le restituía la dignidad personal que
perdía como peón de estancia, y lo volvía insolente y bárbaro.
Estas guerras civiles (...) a menudo fueron vividas como un juego, participaron y
alimentaron a ese carácter lúdico que
impregna la cultura bárbara .El ejercicio físico violento en las domas de
baguales, en los combates de caballería en las cazas de vacunos y yeguarizos;
la destreza admirada en el manejo de la lanza
o las boleadoras; el compañerismo en el combate, daban a esta clase de
guerra para aquella clase de personas, un carácter festivo”. Extraído de Barrán
J.P. “Historia de la sensibilidad del Uruguay”, Tomo I , pp.42-43.
“(...) La manera de llevar la
guerra a cabo fue muy primitiva (...) el deguello de los pobres prisioneros era
de lo más frecuente, siempre con la excusa de que el enemigo lo había hecho
mucho peor las veces que salió victorioso. (...)” Brendel “Memorias de un
médico Alemán”
c) Situación socioeconómica del Nuevo Estado
Las guerras de independencia
dejaron al país en una situación económica bastante desfavorable para una
economía que continúa siendo monoproductora:
matanzas indiscriminadas, ganado en pie que se cruza hacia el Brasil sin
cobrarle impuesto, robos, descenso del número de existencias, etc…
La agricultura tenía escaso
desarrollo, prácticamente nula. La poca producción existente era dirigida hacia
un mercado interno, cuya demanda estaba insatisfecha (por ejemplo recordare que
el Ugurya tuvo que importar trigo en varias oportunidades). En general se
producía en chacras, principalmente pertenecientes al sur de la campaña. Los
problemas agricultores se vieron afectados por otros conflictos de índole
colonial: inseguridad y la lucha entre propietarios vs. poseedores. A esto se le sumó el tema no resuelto en la
Convención Preliminar de Paz acerca de la fijación de límites.
El conflicto de propietarios vs
poseedores era producto de la aplicación del Reglamento de Tierras del 1815 que
durante la dominación luso-brasileña se había desconocido, implantando el
antiguo reparto de la época españolista (antiguos propietarios). A esto se le
agregaba la llegada de emigrados reclamando sus propiedades, así como la
numerosa cantidad de ocupantes sin título legal que habitaba la campaña. La
Revolución había dejado una total irregularidad administrativa en materia de
títulos de propiedad. En todos estos problemas el caudillo fue una figura
clave.
La industria era muy
rudimentaria, generalmente artesanal, y a su vez insuficiente para satisfacer
la demanda. La actividad de los saladeros podría ser considerada como
semi-manufacturera.
El comercio era desfavorable en
relación a que se importaba más de lo que se exportaba. Esto era consecuencia
de dos características ya mencionadas: la monoproducción (no existe variedad de
productos para ofrecer al comprador) y las insuficiencias de la agricultura e
industria (no existe cantidad suficiente para cubrir el mercado interno, menos
para el externo).
Montevideo (puerto)
desarrollaba ya el comercio de tránsito entre el litoral argentino y Europa. De
este comercio comienza a surgir una clase social que empieza a desplazar a los
hacendados como clase dominante. .
Para la obtención de mano de
obra, se utilizó una estrategia de atracción a inmigrantes (proyecto Lucas
Obes: el Estado paga los gastos del viaje, - pasaje, techo y comida- ). Estos
serán un elemento importante para la modernización del país por sus
aportes e ideologías. Tener en cuenta la
escasa densidad de población que poseía el naciente Estado.
La deuda pública a consecuencia
de la independencia resultó extremadamente gravosa.
La dependencia de
la moneda de otros países no facilitaba
para nada el intento de solución a la vida económica. El cobre del Brasil así
como el Peso Argentino, eran monedas muy desvalorizadas y que circulaban
abundantemente por el Uruguay, dificultando el comercio y favoreciendo la
especulación. Si bien se tomaron medidas como prohibir su uso, las mismas solo
solucionaron el problema de la calidad de la moneda, pero trajo aparejado la
escasez de moneda circulante, aumentando la dependencia exterior. Recién con la
creación de una moneda propia (el peso),
el Estado podrá hacer frente a este conflicto.
El único recurso
del Estado era las rentas de aduanas. Esto significaba una base material
escasa, que debía hacer frente a la Deuda y al Gasto Público. En estas
condiciones, una política impositiva hacia la población carecía de sentido. Por
lo tanto, el centro de la economía focalizaba su atención al desarrollo del
comercio y a la posibilidad que este habría tanto de crecimiento empresarial
como de política fiscal estatal.
Por
otra parte, los antagonismo CAMPAÑA-CIUDAD siempre habían sido claros, y ahora
se solidificaban. "En la capital, una oligarquía territorial, mercantil y
política, y una escasa clase media profesional y artesanal; en la campaña, una
poco numerosa clase de pequeños
propietarios (...), y una mayor población campesina de arrendatarios, peones,
changadores y gentes varias sin ocupación ni oficio" (Castellanos, A.
"La Cisplatina, la independencia y la República caudillesca", Ed.
Banda Oriental, Mdeo. 1974, p 99)
Como
rasgos principales de nuestra economía podemos señalar:
- Monoproducción
ganadera.
Esto determina la gran dependencia del mercado internacional y del capital
extranjero, ya que se necesita mucha importación y no siempre se puede
exportar en buenos precios y buena cantidad.
- El
problema de la tierra, ya que
por la influencia de los caudillos, el principio de propiedad privada no
está consolidado. A esto se le suma la inseguridad reinante en nuestra
campaña. El poseer tierras brinda
poder, ya que son los caudillos quienes las reparten o las quitan, por esa
razón ésta es una época de grandes enfrentamientos en la campaña.
- Nuestro
país no cuenta con una moneda
propia, lo que genera una gran dependencia financiera. Las monedas
utilizadas en el Uruguay son, la brasilera y la argentina para el comercio
de tránsito y el mercado interno y la Libra Esterlina para el comercio
exterior.
- Dada
la monoproducción y la falta de recursos, el Uruguay tiene una gran dependencia económica, más que
nada del Brasil y en gran medida del Imperio Británico.
- Nuestro
país tiene una grave crisis
productiva, que se encuentra muy relacionada con la ya mencionada
falta de recursos y dependencia extranjera. Dicha crisis productiva se
observa en el rudimentario sistema de explotación extensiva.
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